Mientras el presidente Donald Trump utiliza los aranceles como arma en su intento de igualar la balanza comercial con el mundo, Asia se perfila como el objetivo número 1. Y no es solo por China.
Asia alberga a siete países que registran los mayores superávits comerciales con Estados Unidos, el baremo predilecto de Trump. Cuenta con algunos de los mayores exportadores de bienes que Trump prometió gravar, como los automóviles japoneses y surcoreanos, los chips taiwaneses y los medicamentos indios. Muchos de los países de la región se han convertido en los principales destinos de las mercancías y las inversiones chinas, prueba que Trump cita para acusar a China de utilizar una puerta trasera para entrar en el mercado estadounidense.
El plan de Trump de poner patas arriba las normas del comercio mundial podría perjudicar a Asia, porque la región depende mucho de la economía mundial. Pero también alterará las cadenas de suministro y los flujos comerciales, que ya están experimentando cambios a medida que las empresas buscan alternativas a China como origen de sus productos.
El resultado podría ser un efecto dominó de proteccionismo, con países que se replieguen y aumenten los aranceles en respuesta a las barreras comerciales estadounidenses, dijeron los expertos. La agitación también podría generar un nuevo elenco de alianzas regionales y, en última instancia, una reducción de la importancia de Estados Unidos en el comercio con Asia.
“Existe el riesgo de que Estados Unidos exagere su influencia”, dijo Simon Evenett, profesor de la Escuela de Negocios IMD de Suiza. “El mercado estadounidense sigue siendo el mayor del mundo, pero proporcionalmente es menor que hace 20 años”.
Desde que tomó posesión de su cargo hace un mes, Trump ha promulgado un arancel del 10 por ciento sobre las importaciones procedentes de China y en las próximas semanas se dispone a añadir impuestos a la importación más amplios, del 25 por ciento o más, sobre los automóviles, el acero y el aluminio, los semiconductores, los productos farmacéuticos y la madera. También amenaza con imponer aranceles a México y Canadá, que llevan décadas integrados en el comercio estadounidense mediante tratados, el último de los cuales fue firmado por Trump en su primer mandato.
Lo más sorprendente es que Trump también ha prometido “aranceles recíprocos”, que suelen referirse a impuestos de uno por uno sobre países concretos. Ha dicho que también basará esos aranceles en otros factores que, según él, perjudican a Estados Unidos, como las tasas de cambio de la moneda de un país, las políticas fiscales y las subvenciones nacionales a las empresas.
Los daños, según advierten los economistas, serían graves. Los aranceles que se han anunciado sobre automóviles, semiconductores, energía y productos farmacéuticos representan una cuarta parte de las exportaciones totales de Asia, según Morgan Stanley. El crecimiento económico de la región se ralentizará hasta el 3,7 por ciento este año, desde el 4 por ciento del año pasado, según Moody’s.
El resultado de la amenaza de Trump de imponer “aranceles recíprocos” es menos seguro, porque su propuesta tiene un alcance potencial muy amplio y depende de las faltas que el gobierno decida aplicar a cada país concreto.
El año pasado, Estados Unidos incluyó a China, Japón, Corea del Sur, Singapur, Taiwán y Vietnam en una lista de vigilancia de países que se cree que manipulan sus monedas, normalmente manteniéndolas bajas para reforzar sus exportaciones a expensas de Estados Unidos, que el año pasado importó la cifra récord de 1,2 billones de dólares más de lo que exportó.
Indonesia, Japón y Malasia tienen aranceles sobre los bienes importados en determinados sectores que son superiores a los aranceles estadounidenses sobre esos mismos bienes. Cuando se trata de inversiones chinas en otro país asiático, la nación que destaca es Vietnam. Ha sido uno de los mayores beneficiarios del traslado de fábricas fuera de China en los últimos años.
Algunos países están respondiendo con un intento de suavizar el golpe y, en algunos casos, de preparar el terreno para acuerdos con Washington. Vietnam ha planteado la posibilidad de importar más soja y otros productos agrícolas estadounidenses. India ha reducido sus aranceles sobre el bourbon. En Corea del Sur, el gobierno prometió 249.300 millones de dólares de financiación comercial para ayudar a sus exportadores afectados por los aranceles.
En el trasfondo está la amenaza constante de un nuevo arancel de Trump, que mantiene en vilo a gobiernos, empresas y expertos y que podría paralizar el comercio mundial. Los mercados se han tambaleado arriba y abajo. Los bancos de Wall Road han desviado equipos para analizar diferentes escenarios arancelarios, escupir cifras y cuantificar los riesgos futuros. Los economistas se tiran de los pelos: uno de ellos comparó la incertidumbre con los primeros días de la disaster financiera mundial, cuando los legisladores se despertaban para descubrir que Washington había tomado decisiones importantes, como rescates financieros, de la noche a la mañana.
Por si estas presiones no fueran suficientes, muchos países del Sudeste Asiático están lidiando con las secuelas de una cruenta guerra comercial entre Estados Unidos y China que dura ya un año y que ha cerrado gran parte del mercado estadounidense a los productos chinos, lo que ha provocado la inundación de productos chinos en otros mercados. Desde Tailandia hasta Indonesia, miles de fábricas y empresas han quedado fuera del mercado por la competencia china. Algunos países han respondido con aranceles destinados a frenar la avalancha de productos procedentes de China.
“Ahora tenemos al mayor rival en nuestro patio trasero, y tenemos que preocuparnos de cuáles son las medidas recíprocas que vienen de Estados Unidos”, dijo Priyanka Kishore, economista de Singapur y fundadora de Asia Decoded, una empresa de consultoría.
Pero la presencia de productos chinos baratos también puede ayudar a las empresas del sudeste asiático a reducir sus costos, a la vez que les proporciona una opción de componentes más baratos que los disponibles localmente. En el proceso, las fábricas chinas están estableciendo cadenas de suministro, contratando empleados locales y pagando impuestos en esos países. El riesgo es que las empresas chinas acaben dominando industrias como el sector de los vehículos eléctricos de Tailandia.
Países como Malasia, Tailandia y Vietnam, que han firmado acuerdos comerciales con varios países, incluso podrían beneficiarse de la llegada de empresas chinas para establecer bases de fabricación, dijo Manu Bhaskaran, socio de Centennial Group, un grupo de asesoramiento político.
Podría implicar el riesgo de enfurecer a Trump, quien ha arremetido contra los países que sirven de puerta trasera a Estados Unidos, pero estas preocupaciones son exageradas, dijo.
“Si se da el caso de que un productor chino introduce mercancías en un almacén de Vietnam y luego cambia las etiquetas, eso es saltarse descaradamente las normas comerciales”, dijo Bhaskaran, quien está radicado en Singapur.
Por otra parte, añadió, una empresa china que abre una fábrica en un país como Vietnam y compra una gran parte de sus productos localmente no suele considerarse que “se salte los aranceles”.
De las actuales realineaciones del comercio están surgiendo algunos claros ganadores.
Una reciente zona económica de comercio establecida entre Singapur y Malasia ha atraído a empresas estadounidenses y chinas que ya no pueden fabricar en China debido a los aranceles.
Pero si otros países optan por encerrarse en sí mismos como está haciendo Trump con Estados Unidos, levantando barreras comerciales y aranceles, las cosas se complicarán.
“En Asia, estamos viendo cómo las cadenas de suministro se vuelven más regionales”, dijo Albert Park, economista jefe del Banco Asiático de Desarrollo en Manila. “Así pues, si los países de la región permanecen abiertos al comercio y la inversión entre ellos, eso es una medida de seguridad o protección”.
Estos países son los que crecen más rápidamente y representan una parte mucho mayor de la economía mundial que antes, añadió. “Puede que veas más atención en las inversiones destinadas a esos mercados, porque son más estables”.
River Akira Davis colaboró con reportería desde Tokio.
Alexandra Stevenson es la jefa del buró de Shanghái de El Occasions, reporta sobre la economía y la sociedad de China. Más de Alexandra Stevenson