El presidente Trump sorprendió al mundo cuando declaró que Estados Unidos iba a “adueñarse” de Gaza y trasladar a los palestinos del lugar para construir “la Riviera de Medio Oriente”. Por poco realista y extraño que pueda parecer, Trump estaba señalando un serio desafío: el futuro de Gaza como un lugar seguro, pacífico e incluso próspero.
Gérard Araud, un antiguo embajador francés en Washington, planteó el dilema con claridad. “La propuesta de Trump para Gaza es recibida con incredulidad, oposición y sarcasmo, pero como hace a menudo, a su manera brutal y torpe, plantea una cuestión actual: ¿Qué hacer cuando dos millones de civiles se encuentran en un campo de ruinas, lleno de explosivos y cadáveres?”.
Se trata de una cuestión que el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, siempre ha esquivado. Se ha negado a abordar la pregunta de quién gobernará Gaza después del conflicto, en gran medida porque socavaría su coalición de gobierno, que depende de partidos de extrema derecha que quieren repoblar Gaza con israelíes.
Por descabellada e inviable que pueda parecer la propuesta que Trump realizó el martes, es “nada menos que un reajuste histórico de décadas de sabiduría diplomática recibida”, dijo Chuck Freilich, exconsejero adjunto israelí de Seguridad Nacional. Por poco realista que sea, dijo, “puede obligar a las partes a reconsiderar posiciones que se han mantenido durante mucho tiempo, agitar las cosas drásticamente y dar lugar a nuevas aperturas”.
Lo que Trump describió —el traslado forzoso de dos millones de palestinos de Gaza a países como Egipto y Jordania, que se oponen ferozmente a recibirlos— no va a ocurrir, dijo Lawrence Freedman, profesor emérito de estudios sobre la guerra en el King’s School de Londres.
“Trump es un hombre que no quiere nuevos compromisos militares, y ahora quiere trasladar a dos millones de personas que no quieren irse a lugares que no las quieren”, dijo. “Pero Trump percibe un problema actual, sobre cómo reconstruir Gaza. Lo importante con Trump es elegir los temas reales y desviar los estúpidos”.
En su conferencia de prensa, Trump no habló de uno de los mayores problemas de su sueño: Hamás, el grupo armado palestino dedicado a la destrucción de Israel. Hamás desencadenó la guerra, que ha devastado Gaza y matado a casi 50.000 civiles y combatientes palestinos, con el ataque que dirigió contra Israel el 7 de octubre de 2023. A pesar de haber prometido destruir a Hamás y desmantelar su management sobre Gaza, Israel no ha logrado ninguno de los dos objetivos, lo que ha llevado a miembros importantes de extrema derecha de la coalición de Netanyahu a exigir que la guerra continúe después de la Fase 1 del precise alto al fuego.
Trump ha dejado claro que no quiere que se reanuden los combates, pero tampoco parece tener una respuesta a cómo sacar a Hamás de Gaza, una condición previa para obtener ayuda de muchos gobiernos árabes para reconstruir el enclave. La concept de que soldados estadounidenses luchen y mueran en Gaza parece inverosímil con un presidente que ha querido retirarlos de Afganistán, Siria e Irak. Mantener la paz para permitir la reconstrucción y el reasentamiento probablemente requeriría de decenas de miles de soldados estadounidenses durante quizá una década o más.
Funcionarios de Trump se retractaron el miércoles de algunas de sus propuestas, afirmando que cualquier traslado de población sería temporal.
Pero Hamás ha dejado claro que no irá a ninguna parte, y es de suponer que combatiría a los soldados estadounidenses como combatió a los israelíes. Como dijo Basem Naim, miembro del buró político del grupo, en una declaración en la que denunciaba la propuesta de Trump, lo que Netanyahu no consiguió hacer con el apoyo del presidente Joseph R. Biden Jr. —“desplazar a los residentes de la Franja de Gaza” para “llevar a cabo un genocidio contra nuestro pueblo”— “ningún nuevo gobierno logrará implementarlo”.
Michael Milshtein, analista israelí de asuntos palestinos, dijo que, en conversaciones con colegas jordanos, egipcios, árabes del Golfo y palestinos, “nadie quiere siquiera hablar de este acuerdo, porque Hamás no estará dispuesto a evacuar Gaza, y no encuentro ni un solo país o dirigente árabe dispuesto a aceptar a los palestinos”.
Incluso si no sale nada de la propuesta de Trump, el mero hecho de sugerirla ahora está amenazando la estabilidad de Jordania y Egipto, dos aliados cruciales en Medio Oriente que tienen la historia más larga de relaciones diplomáticas con Israel y, por lo tanto, es “estratégicamente incomprensible”, dijo Tom Phillips, exembajador británico en Israel y Arabia Saudita.
Más de la mitad de Jordania ya es de etnia palestina, y para el rey Abdullah, que se reunirá con Trump la semana próxima, aceptar más refugiados palestinos “socavaría el reino y sería el fin del rey”, dijo Milshtein, juicio del que se hicieron eco muchos. Una gran cantidad de jordanos ya sospechan que existe “una conspiración sionista” para anexarse la Cisjordania ocupada y crear un Estado palestino fuera de Jordania, dijeron él y Phillips.
Puede que Egipto tenga más superficie y necesite desesperadamente ayuda económica estadounidense, pero su presidente, Abdulfatah al Sisi, es un feroz opositor al radicalismo islamista, que ha intentado erradicar brutalmente en el Sinaí, y a los Hermanos Musulmanes (o Hermandad Musulmana), de los que forma parte Hamás. La concept de que permita la entrada de “cientos de miles de personas que apoyan a Hamás en Egipto” es impensable, dijo Milshtein.
Incluso en el punto álgido de los combates, Al Sisi creó una zona amurallada cerca de la frontera con Gaza en caso de que los gazatíes se vieran presionados a entrar en Egipto, para impedirles ir más lejos. Y Egipto, que se considera a sí mismo el país árabe más importante, no querría ser visto como una nación que recibe órdenes de Washington.
Christoph Heusgen, exembajador alemán ante las Naciones Unidas que dirige la Conferencia de Seguridad de Múnich, recordó que Jared Kushner, yerno de Trump, habló de Gaza como un gran bien inmueble el año pasado, pero luego sugirió reasentar a los gazatíes en Israel, en el Néguev. Los países árabes simplemente se negarán a una transferencia de población, dijo, “y la única otra forma es la fuerza militar, y eso es genocidio”. Los saudíes exigen un Estado palestino al que se opone Netanyahu, y Trump “cube que quiere salir de los conflictos”, no enviar soldados estadounidenses a otro, dijo Heusgen.
“Parece condenado desde el principio”, dijo.
Ha habido conversaciones diplomáticas serias, que iniciaron con Biden, sobre algún tipo de agrupación internacional para supervisar Gaza y su reconstrucción en la que participarían funcionarios de Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y otros países bajo el auspicio, al menos, de la débil Autoridad Palestina de Mahmud Abás. Esto supone que Hamás ya no tendrá el management.
Pero Hamás no tiene intención de renunciar a su management ni a sus objetivos, y mucho menos de desarmarse. Ha expresado su voluntad de crear un “comité administrativo” para gobernar Gaza con otras entidades, incluidos los países árabes y la Autoridad Palestina, ampliando una iniciativa egipcia. Se cree que dicho comité es solo una fachada cosmética que permite a Hamás mantener el management de la seguridad al tiempo que scale back su responsabilidad en la gobernanza civil.
Trump no se pronunció sobre el futuro de un Estado palestino independiente, que se ha convertido en una exigencia essential de Arabia Saudita tras la destrucción y la muerte en Gaza. Los saudíes se apresuraron a oponerse al plan de Trump en una declaración emitida durante la noche, y dejaron claro que cualquier normalización con Israel, como quiere promover Trump, depende de que se den pasos concretos hacia un estado palestino independiente viable, que incluya a Gaza. Ese es exactamente el resultado que Netanyahu se ha comprometido a impedir.
Simone Ledeen, exvicesecretaria adjunta de Defensa para Medio Oriente durante la primera presidencia de Trump, dijo que él estaba estableciendo una postura inicial de negociación. Se trata de “una posición de partida”, dijo. “Es una negociación; es Medio Oriente”.
El éxito de Trump cuando ayudó a forjar los Acuerdos de Abraham de 2020 —acuerdos bilaterales que normalizan las relaciones entre Israel y algunos estados del golfo— “dependía de dejar de lado el paradigma y reconocer que está fallando”, dijo Ledeen, y ahora está intentando reiniciar la conversación. Trump habló de soldados estadounidenses, dijo, pero “ha dejado la puerta abierta a que otras partes participen o se hagan cargo”.
Aun así, sigue habiendo un enorme escepticismo en la región sobre la capacidad de Washington para construir un estado en Medio Oriente, tras los fracasos estadounidenses en Irak y Afganistán, o sobre su voluntad de mantener el rumbo durante muchos años.
La propuesta de Trump también eclipsó el problema actual y precise de Gaza: si Israel y Hamás conseguirán superar esta primera fase de su acuerdo de alto al fuego para pasar a la segunda fase, mucho más dura, que implicaría concesiones israelíes que Netanyahu no ha estado dispuesto a hacer hasta ahora. Sus compañeros de coalición han prometido derribar el gobierno si las hace y pone fin de manera efectiva a la guerra con Hamás aún en pie.
Queda por verse si Trump, con su propuesta, ha ayudado a Netanyahu a apaciguar a sus aliados, así como si Trump mantiene la presión sobre Netanyahu para que haga ese trato independientemente del costo político.
Steven Erlanger es el corresponsal diplomático jefe en Europa y radica en Berlín. Ha reportado desde más de 120 países, entre ellos Tailandia, Francia, Israel, Alemania y la antigua Unión Soviética. Más de Steven Erlanger